¿Buenos y malos?
Este ha sido un sexenio de excepción. Si bien la violencia ha sido una constante de la historia de México, en los últimos seis años se ha vuelto el pan nuestro de cada día. Hoy vivimos la normalización de las imágenes de cuerpos colgados de puentes, de las cabezas arrojadas a bares, del descubrimiento de decenas de cadáveres apilados en fosas, nos olvidamos rápidamente de nombres como Bryan y Martin y parece que a nadie asusta ya el saber de ataques con granadas a periódicos en provincia, de asesinatos de periodistas en Veracruz o en Ciudad de México.
Año con año conocemos de informes, como el de Reporteros sin Frontera, en el que se señala que México es uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo o que la guerra contra el narcotráfico ha hecho de México un país más peligroso que Irak, como ha señalado también Barry McCaffrey, el ex zar antidrogas de EU. Reportes y declaraciones que nos hablan de un país en el que el ejercicio de la libertad de prensa está amenazado por la actividad de grupos criminales.
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