El año de la indignación
Para la revista Time el personaje del 2011 no fue Steve Jobs, el genio de Apple que falleció a causa de un cáncer de páncreas. Tampoco fue Dilma Rousseff, la primera mujer en llegar a la presidencia del país más grande de América Latina. Mucho menos fue Kate Middleton, la joven que vivió un sueño medieval en pleno siglo 21 al casarse con el heredero al trono británico. No, para los editores de Time, el personaje del año fue “el disidente”, el rostro anónimo, cubierto para no ser reconocido, de un joven que puede llegar a arriesgar la vida por salir a la calle a manifestarse en contra de una injusticia social o política.
En efecto, el 2011 fue un año en el que la protesta y la disidencia dominaron las notas informativas del mundo. Al respecto, Enfoque acaba de publicar un excelente recuento del “año de la irrupción ciudadana” en el que se hace un repaso de las protestas en el mundo árabe, así como de las manifestaciones de la participación ciudadana que se dieron también en Europa, América Latina y en Estados Unidos, principalmente.
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Todo sobre Cristina
Cristina Fernández de Kirchner arrasó en las elecciones presidenciales de este domingo en Argentina, consiguiendo otros cuatro años más al frente de la Casa Rosada. Hace apenas unos cuantos meses, la popularidad de la presidenta argentina no auguraba un triunfo electoral con el apoyo de más del 54% del electorado y con una ventaja de más del 38% con respecto al candidato socialista Hermes Binner.
Hace cuatro años, Cristina relevaba a su marido en la presidencia. Los Kirchner se aseguraban el control político de Argentina y en algún momento incluso se barajaba la idea de que Néstor buscaría sucederla. La muerte súbita de éste, en octubre de 2010, obligaría a Cristina a consolidar el proyecto iniciado en por su marido en el 2003.
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El lodazal político
Un póster electoral de la campaña presidencial de 1884 en Estados Unidos. Había quedado atrás el periodo de la llamada “Era of Good Feelings”, en la cual los partidos políticos en Estados Unidos dejaron de lado sus diferencias y cooperaron por un objetivo en común. La elección presidencial en la que compitieron el demócrata Grover Cleveland y el republicano James Blaine es tal vez una de las primeras campañas negativas de la historia, la campaña que iniciaría el lodazal político que casi 130 años más tarde sigue siendo la costumbre en los procesos electorales en Estados Unidos y en otras partes del mundo, para bien o para mal.
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