El “pulpo” llamado Donald Trump niega todo. Dice que todo es una trampa, una puesta en escena, una confabulación de los medios; que nunca había conocido a ninguna de las mujeres que ahora lo acusan de acoso sexual. Dice que además las que lo acusan, muchos años después, están horribles; que por qué no lo dijeron antes, que hubiera sido la noticia del año. Jura y perjura que no tiene ni idea de quiénes son esas mujeres y esto lo repite una y otra vez. “No tengo idea, ni idea… Créanme, ninguna de las que me acusan hubieran sido mi primera elección”, afirmó el candidato republicano, con una enjundia digna de mejor causa, hace unos días en Greensboro, Carolina del Norte.
Sin embargo, el diluvio de acusaciones no cesa, especialmente a raíz del video que dio a conocer The Washington Post (7 de octubre) en donde se escucha a Trump expresarse de las mujeres de una forma ofensiva que raya en lo animal. La revista Nouvel Obs, de esta semana, hace un recuento de diez mujeres que dicen haber sido agredidas sexualmente por Trump. Cada una aparece a través de un video dando su testimonio. Muchas de ellas ya peinan canas, no obstante, se adivinan rastros de mujeres que alguna vez fueron muy bellas.
Summer Zervos: una vez que Summer fuera eliminada en el 2007 del programa The Apprentice, en el cual Trump era uno de los conductores, ella lo contactó para ver la posibilidad de comer con él. Trump prefirió darle cita para cenar. Al llegar, sin más, Trump le plantó un beso en la boca y la llevó a un bungalow. Por más que ella hacía lo posible por alejarlo, él insistía en ponerle las manos sobre los senos.
Kristin Anderson: confesó al Washington Post, el viernes pasado, haber sido acosada igualmente por el animal. Corría el año de 1990 en Nueva York. Kristin se encontraba con unos amigos en un bar: “la persona que estaba a mi derecha, que era Donald Trump, me puso sus manos debajo de la falda. En seguida me tocó la vagina a través de mi ropa interior”.
Jessica Leeds: una ex empresaria de 74 años que asegura haber sido agredida por Trump mientras viajaban, en primera clase, en un avión. “Parecía un pulpo, sus manos recorrían todo mi cuerpo. Era un verdadero ataque”, declaró al New York Times. “Cuando lo escuché negar todo en la televisión, tuve ganas de pegarle a la pantalla”.
Rachel Crooks tenía 22 años cuando era recepcionista del Bay-rock Group, compañía cuyas oficinas estaban en la Torre Trump. Una mañana del 2005, Crooks salió del elevador al mismo tiempo que Trump. Al presentarse de una manera cordial, el magnate no le soltaba la mano, para después estamparle un beso en la boca. “Pensé que le era tan insignificante que podía besarme sin darle al hecho la menor importancia”.
Temple Taggart, ex Miss Utah, asegura que Trump la besó a la fuerza varias veces durante el concurso de Miss USA de 1997 en Shreveport, Luisiana. “De pronto se volteó hacia mí y me besó en la boca. Ni siquiera habíamos sido presentados”. A lo largo del testimonio, a Temple se le salieron las lágrimas al mencionar a su pequeña hija, temiendo que un día se toparía con tipos como Trump.
Jill Harth: el testimonio de esta ex colaboradora de Trump fue aún más lejos. “Fue una tentativa de violación”, confesó en una entrevista para The Guardian. Todo sucedió hace 20 años, cuando se encontraba organizando un concurso de belleza. “Me empujó contra el muro, me acarició todo el cuerpo e intentó arrancarme el vestido. Sabía que había gente en la otra pieza. ¿Cómo pudo abusar de mí de esa forma si yo estaba allí por un viaje de negocios? Cada vez que me acuerdo vuelvo a vivir el calvario”.
Natasha Stoynoff: en 2005 trabajaba para la revista People. Debía realizar un artículo sobre Donald Trump y su nueva esposa, Melania, después de cumplir un año de casados. “Me dijo que tenía una recámara enorme y que tenía que verla absolutamente. Fuimos juntos. En seguida Trump cerró la puerta, me empujó contra el muro e introdujo su lengua en mi garganta”.
”¡Mentiras, mentiras, mentiras y más mentiras!”, vocifera este hombre cuyos instintos sexuales no tienen límite y sus embustes, marrullerías y falsa paranoia, tampoco. ¿Quién en su sano juicio votaría por un candidato cuyos tenta-culos hacen honor a su nombre?