¿Qué más se puede decir acerca de Rafael Tovar y de Teresa quien falleciera el sábado 10 de diciembre en la madrugada? Se ha dicho todo, todo como ser humano, como funcionario y como el espléndido promotor de la cultura que fue a lo largo de cuatro décadas. Entre todas sus facetas luminosas, me gustaría resaltar dos de ellas que siempre me llamaron la atención, su entusiasmo por la vida y su extraordinaria memoria.
Desde que Tovar era un niño le encantaba escuchar las conversaciones de las personas mayores. De ellas retenía anécdotas, fechas históricas, nombres de las calles que ya no se llaman igual y las historias de las vidas de sus antepasados, especialmente aquellos que vivieron muy cerca del porfiriato. Ese es el universo que recrea de una forma espléndida en su novela Paraíso es tu memoria. En el caso de Tovar, su memoria la cual para él es fuente permanente de gusto pero sobre todo deseo de rescatarlo, por ello nos cuenta “…cómo viven esas familias que cuando cae este régimen (el porfirista) y entonces algunas van a Europa o a Estados Unidos, y cómo regresan y sobreviven, algunas saben adaptarse a los tiempos nuevos y saben hacer fortuna, o simplemente reinsertarse en México, mientras otras se van pulverizando y desaparecen”.
Este es el mundo que Rafael narra en su novela, no para reivindicar el mundo del porfirismo, “con todas las contradicciones que tuvo sino que trato de verlo con humor, con distancia y perspectiva, al fin de hacer las situaciones de carne y hueso más que en un sentido melancólico y nostálgico de un mundo perdido, si hay algo de nostalgia es por los personajes, no por ese mundo”. En efecto, el autor siempre estuvo en búsqueda del tiempo perdido ya sea de su propia familia o de otras igualitas a la suya que habitaban en su imaginación.
La novela trata de tres generaciones de una de las familias más acaudaladas del porfiriato. Los De la Llave. Don Fernando y doña Susana padecen las consecuencias del exilio y las penalidades del regreso a un país que es el suyo pero que no alcanzan a entender del todo. En relación a esta obra, Fernando del Paso dice: “La historia perfuma todas las páginas de esta novela. Un México desaparece y arrastra consigo los sueños de una burguesía dorada. En Paraíso es tu memoria los personajes, en medio de un torbellino transparente que parece moverse en cámara lenta, tratan de recobrar un tiempo lleno de promesas que presagiaba un futuro intocable. La ternura, la pasión, las pequeñas mezquindades cotidianas y la generosidad, aunadas a la adversidad y el desencanto, se proyectan en una memoria a la vez lúcida y enajenada, pero fiel a su esencia más íntima: la de una familia en la que todos se han distinguido siempre por su fina percepción musical, y por ello no solo vive sus recuerdos: también los escucha, les pone un ritmo y una armonía, los orquesta en contrapunto, los escribe en el pentagrama de sus cinco sentidos”.
Lo llamativo en relación a la memoria de Rafael era que así como recordaba los nombres de los mayordomos, cocineras, choferes, perceptores y hasta de las nanas, que solían servir a sus antepasados, cuando eran niños, igualmente evoca en esta misma novela, a personajes como Ninón Sevilla, Nahui Olin, Pedro Infante y el Tigre de Santa Julia. En el libro, el guía de la novela es Justo, “el más pequeño de doce hermanos”. Otro de los protagonistas es la música porque, para “la familia De la Llave poseer un aguzado oído musical era un rasgo de identidad más evidente que una nariz aguileña o unos ojos grandes. Desde niños escuchaban música, manejaban con erudición la vida de los músicos clásicos”. (Wikipedia).
En su libro El último brindis de Don Porfirio que sucede en el México de 1910, con 15 millones de habitantes, nos habla en forma de una crónica cotidiana de los festejos del primer centenario del inicio de nuestra Independencia. Tovar nos cuenta que cuando Díaz terminó su mandato había en las arcas públicas 63 millones de pesos en oro (¿cuánto costó nuestra maravillosa Estela de Luz?), además de todas las facturas y recibos de lo que se había gastado en los festejos del Centenario. Su última obra, De la paz al olvido, también habla de Díaz.
De todo esto seguramente está platicando muy a gusto Rafael Tovar en el cielo con Díaz. Si ambos están en su respectivo paraíso cuya memoria no tiene fin…
¿Por qué te fuiste tan pronto? Nunca pensé que yo fuera a escribir esto; me duele profundamente. Te llevaba no menos de 20 años de edad y jamás imaginé esta tristísima situación. Pocas personas ha habido en nuestro país con una cultura tan amplia y sólida que hayan dedicado gran parte de su vida a difundirla y al propósito de hacerla llegar a todas las capas de la población. Pocas, con tanto sentido del humor y de la proporción.
Recuerdo con gran deleite nuestras conversaciones en París. Yo fui de los afortunados que laboró bajo tus órdenes y más aún: gocé de tu amistad tan generosa y cálida durante más de 30 años.
Nos vas a hacer una falta enorme, Rafa, y vas a dejar un vacío muy grande en México y entre tus amigos, que tanto te queremos.
Cd. de México (13 diciembre 2016).- La cantante Betsy Pecanins, de 63 años, falleció la madrugada de este martes en la Ciudad de México, confirmó su hija Ana Álvarez Taylor.
“Probablemente fue un infarto, todavía no sabemos la causa”, explicó vía telefónica.
Sus restos serán velados a partir de esta tarde en la agencia funeraria J. García López, en General Prim 57.
La noticia de su fallecimiento tomó por sorpresa a colegas como José Cruz, líder de Real de Catorce y amigo desde hace 30 años.
“Estoy en shock, me duele en el alma. Una pérdida tremenda y dolorosa para mí. La quise mucho. Era la reina del blues. Y una gran guerrera en la vida. Un ejemplo para todos nosotros, una gran persona: luchadora, sensible y talentosísima”, dijo.
En redes sociales también se expresaron condolencias.
“Hoy la música esta de luto. Se ha ido Betsy Pecanins, gran cantante y extraordinario ser humano, que su ejemplo de valentía ante los retos de la vida nos siga inspirando. Buen viaje, hermosa Betsy…”, escribió la cantante Eugenia León en Facebook.
“Los miembros de Botellita de Jerez lamentamos profundamente el fallecimiento de Betsy Pecanins QEPD”, tuiteó la banda.
“Lamentamos profundamente el fallecimiento de Betsy Pecanins. Enviamos nuestras condolencias a su familia y amigos”, publicó la Secretaría de Cultura federal.
Hija de la pintora catalana Ana María Pecanins, la bluesera debutó en uno de los lugares míticos de la Nueva Canción catalana, La Cova del Drac, en Barcelona. Tenía sólo 18 años.
Se crió en Phoenix, Arizona, hasta que su madre y su marido diplomático decidieron establecerse en México.
Figura emblemática del blues, ni una disfonía espasmódica, mal neurológico que afecta las cuerdas vocales, le impidió cantar.
Todavía se presentó en agosto pasado en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con el proyecto “Ave Phoenix”, en el que trabajó los últimos cuatro años.
“Ya estoy medio ruca, pero como me sigo sintiendo de 18…”, declaró entonces.
La artista preparaba su álbum Pecanins 2.0.
Su discografía consta de 14 álbumes, como Nada que perder, La reina de la noche, Recuento y El efecto tequila.
Cd. de México (13 diciembre 2016).- El Estado mexicano guardó silencio. Los tres poderes de la Federación, 17 Secretarios de Estado y un teatro lleno, todos silentes, ante un retrato y una urna de mármol.
Después, la guardia de honor se rompió en aplausos. La primera palmada fue del Presidente Enrique Peña Nieto, mirando fijo, con una sonrisa, a quien eligiera hace menos de un año como decimoctavo Secretario de Estado, Rafael Tovar y de Teresa, fallecido apenas dos días antes.
“Siendo la primera vez que nuestro País tendría una Secretaría de Cultura, decidí que esa protesta de ley la hiciera en el Palacio Nacional, en la Oficina Presidencial”, relató en su discurso. “A la postre, ha sido, de mi gabinete, el único que ha asumido su responsabilidad en esa oficina”.
Todavía como candidato, Peña tuvo un comienzo poco afortunado con la comunidad cultural del País. Pero al menos en ese momento, entre el sector cultural veterano que llenó el Teatro de las Artes, nadie habría reprochado la elección de Tovar para el encargo.
La familia de Rafael Tovar y de Teresa montó guardia al final del homenaje. Foto: Héctor García
“Las políticas culturales que impulsó fueron resultado de la conjunción inusual de dos esencias: la de hombre de cultura y la de hombre de Estado”, declaró el Mandatario, ante los ahí reunidos.
Inaugurado en 1994, en la primera gestión de Tovar y de Teresa al frente del Conaculta, el Centro Nacional de las Artes dejó por unas horas su vocación de abrir la cultura a México y acuarteló en un búnker impenetrable a la plana mayor, esencialmente priista, del Gobierno.
Decir “Homenaje de Estado” es la descripción adecuada. Uno a uno, los integrantes del gabinete, desde Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de Gobernación, hasta Arely Gómez, Secretaria de la Función Pública, llegaron a ocupar su lugar en la primera fila del recinto.
En el centro, Mariana García-Bárcena, viuda de Tovar, junto con sus dos hijas, Natalia y María, escucharon los discursos. A nombre de las tres, de su hermana Leonora, y de Carmen López-Portillo, primera esposa del homenajeado, Rafael Tovar y de Teresa López-Portillo fue el primero en tomar el podio.
“Su muerte fue un reflejo de su personalidad: serena, elegante, discreta y pudorosa, como El gatopardo“, dijo, haciendo referencia a uno de los libros favoritos de su padre, que releía año con año.
Fue él quien, en la madrugada del 10 de diciembre, en el Hospital Militar de la Ciudad de México, acompañó a Tovar y de Teresa en los últimos momentos de sus 62 años de vida.
“No soy yo quién para decir que es el heredero de Vasconcelos o Torres Bodet”, previno su hijo en las primeras líneas de su discurso. De eso, ciertamente, se han encargado sus colegas y el sector de la comunidad artística que lo quiso mejor.
Mariana García-Bárcena, viuda de Tovar, salió del recinto con la urna de mármol. Foto: Héctor García
El Rafael Tovar y de Teresa que pintó en sus palabras fue un padre y esposo amoroso, íntegro, que logró reunir a sus dos familias en una.
Para el hombre sensible, el que escuchaba música en su estudio, lejos de la vida pública, la Camerata Instrumental de México, dirigida por Ramón Romo Lizárraga, interpretó el Concerto Grosso Número 4 de Händel.
“Su colección de discos y de videos de música clásica es, probablemente, la mejor y más amplia de nuestro País”, celebró el chelista Carlos Prieto, amigo de Tovar durante 40 años.
Al micrófono, reconoció su trayectoria política: Embajador de México en Italia, funcionario del Conaculta durante 14 años -11 de ellos como Presidente- y primer Secretario de Cultura federal.
Se detuvo más tiempo, sin embargo, en contar cómo la enciclopédica cultura de Tovar fue la mejor guía que tuvo visitando museos, atendiendo a conciertos y cenando en Italia, donde nació el espíritu renacentista que, a su vez, atribuyó a su amigo.
Rafael Tovar y de Teresa, hombre de cultura y Estado, salió del Teatro de las Artes en la urna de mármol, por la puerta principal, en manos de su viuda. El Secretario de Cultura se alejó así, para siempre, de la vida pública a la que dedicó cuatro décadas de empeños y, sí, de anhelos cumplidos.
El primer secretario de Cultura federal captado con su hijo y su hermano Guillermo, quien falleció en 2013. En la imagen inferior, en un acto como titular del Conaculta en 2000Foto Carlos Cisneros y Cristina Rodríguez.
Rafael Tovar y de Teresa era amable por naturaleza. Los puestos de responsabilidad los llevó con el señorío que no sólo le daba su apostura sino su buena disposición hacia los demás. Su carácter conciliador le hizo allanar muchas dificultades en el espinoso campo de la cultura en el que poetas y pintores están dispuestos a pulverizarse. Hombre culto, buen lector, escritor el mismo, autor de dos o tres libros sobre don Porfirio, El último brindis de don Porfirio, y otro sobre un don Porfirio que pasa de la paz al olvido, supo reconocer y apreciar a artistas que no le eran afines, quienes a su vez aprendieron a disfrutar de su compañía. Jamás fue mezquino o pichicato. Amar la música, finalmente, hace mejores seres humanos, y Rafael Tovar y de Teresa fue un melómano consumado.
Tuvimos un pariente en común: Maria Teresa de Polignac y, como mi prima hermana Yolanda de Guerriff de Launay se casó con Jacques de Polignac, bromeábamos acerca de esa tía que tenía una espléndida mesa de la que los comensales se levantaban como ballenas dispuestas a la siesta o al sueño reparador.
Ahora, en pleno año del centenario de la escritora Elena Garro, habría que recordar que Rafael Tovar y de Teresa se ocupó personalmente del viaje de regreso de París de las dos Elenas, Garro y Paz, después de 20 años de ausencia, y no sólo de ellas, sino de los gatos franceses a los que más tarde se unirían gatos mexicanos. El 22 de agosto de 1998 se ocupó también del entierro de Elena Garro en Cuernavaca y, además de apoyar a La Chata Paz –huérfana desolada totalmente indefensa–, se mantuvo a su lado y la sacó adelante. Cuando Elenita Paz le dijo: No tengo vestido para la ceremonia, le compró lo que ella deseaba.
Rafael Tovar y de Teresa era lo que la gente bien llama un hombre decente, lo mejor de los Trescientos y algunos más, invento del Duque de Otranto, apoyado por la revista plateada y de interior chocolate Sociales, que reseñaba con fotografías también chocolate las actividades de diplomáticos, gente de postín y vendedores de pieles con el nombre de Kamtchaka. Recuerdo siempre una fotografía de una dama de sociedad que respondía al nombre de Melissa de la Selva de Warren, cubierta con una preciosa estola de zorras plateadas, y los bailes del Penacho del Jockey Club, así como los concursos de saltos del Club Hípico Francés.
Acostumbrado desde niño a muros cubiertos de libros y de obras de arte, Rafael siempre supo reconocer una buena biblioteca, un buen libro, una buena crítica, una buena pintura, una buena sobremesa, un buen concierto. Supo desde muy temprano lo que significa vivir en un medio social y cultural de privilegio. Al lado de su hermano Guillermo, que todos consideramos erudito e historiador de excepción, supo asimilar una educación que lo hizo todo menos pomposo e intolerante. Era incapaz de recibirte tras un escritorio y establecer distancia entre él y su interlocutor. Cuando Jesusa Rodríguez le contó que peligraba el trabajo de los policías guardianes de la pirámide de Cuicuilco en Insurgentes Sur, de inmediato puso manos en el asunto e hizo todo para que conservaran su empleo.
En la presentación de un libro de Braulio Peralta en la sala Manuel M. Ponce, en Bellas Artes, recuerdo que se me ocurrió divulgar en público cómo llamábamos los reporteros a Tovar y de Teresa y a su segundo, Gerardo Estrada. A Tovar y de Teresa le decíamos El Pájaro Loco, por la forma de sacudir su cabellera –por cierto espléndida–, y a Estrada La Tortuga Ninja, por su calvicie y su estatura. Estrada se resintió, pero a Rafael le causó tanta gracia que compartió sus carcajadas con Octavio Paz.
Estoico, como acostumbran serlo muchos hombres de poder –sobre todo si son bien nacidos–, Rafael Tovar y de Teresa abrió puertas y sobrellevó su enfermedad con gallardía. Muy joven, lo vi en París casado con Carmen Beatriz López Portillo, y ambos hacían una entrada sensacional a las recepciones a las que eran invitados, porque eran guapos y sonreían bonito. También sabían acercarse a los demás, y una vez vi a Carmen Beatriz ayudar a un mesero a quien se le habían caído unas copas. Pensé: Qué bueno que a México lo representaran dos jóvenes bien preparados, cuya calidad humana saltaba a la vista.
Sigo creyendo que fue la música la que hizo a Tovar y de Teresa un buen intérprete de sus emociones, y le comunicó su armonía y la serenidad que suele comunicar un buen concierto.
Nuestro personaje de esta ocasión pertenece al cuadro de honor de la misoginia. De hecho, es uno de los más ilustres misóginos de la historia
A pesar de que es un filósofo importantísimo, admirado por todos sus contemporáneos, y aunque se dice que revolucionó el pensamiento alemán, la verdad es que todo mundo sabe que Arthur Schopenhauer (1788-1860) es el autor de la frase: “La mujer es un animal de cabellos largos e ideas cortas”. De ahí que Schopenhauer sea también uno de los escritores más odiados por las feministas. Pero no nada más tenía una mala opinión de las mujeres, sino, de manera más amplia, del género humano. Schopenhauer es conocido por ser el filósofo más pesimista, el más amargo y el más sombrío. Si pudiera asomarse a nuestro siglo, estoy segura que nos diría: “¡Se los dije! Aunque, en honor a la verdad, a lo mejor no era tan pesimista como creí. No sospechó las Guerras Mundiales, ni a Hitler, la contaminación… ni a Donald Trump”.
¿Qué factores en su vida lo llevaron a tener esta personalidad tan peculiar? Nunca mejor aplicada la famosa expresión francesa: Cherchez la femme! Efectivamente, nos tenemos que preguntar por las mujeres más importantes en la vida de Schopenhauer, comenzando por su madre, Johanna Trosiener (1766-1839), una mujer de sociedad con grandes aspiraciones intelectuales, que pertenecía a una familia de comerciantes, por lo cual se casó con un miembro de esa comunidad, Henri Floris Schopenhauer. No sabemos cómo se llevaba con el padre de sus dos hijos, Arthur y Adele, pero suponemos que no fue una relación muy buena, en primer lugar por las ambiciones de Johanna y, por otra parte, porque le dedicaba mucho tiempo a organizar reuniones literarias. En 1805, Henri Floris se suicidó. Me imagino que esta ausencia fue la primera gran amargura de este adolescente que se quedó de pronto solo, con su madre y su hermana.
Entonces, si los dos hijos de Johanna tenían un lugar secundario en su vida, en ese momento se hicieron todavía más secundarios. Johanna se dedicó a pintar, a escribir, pero sobre todo a formar su salón literario, el cual fue tan exitoso que en varias ocasiones llegó a invitar nada menos que a Goethe. Por los retratos, podemos ver que Johanna era muy bonita, que tenía una expresión de gran coquetería y, además, tenía una conversación de lo más agradable. De ahí que su hijo tuviera por ella un sentimiento muy ambiguo. Por un lado quería ocupar su corazón; pero odiaba que viviera para sus amantes y sus asuntos sociales.
Arthur comenzó una carrera filosófica de lo más prometedora. Gracias a que su padre le había dejado una herencia muy estimable, podía pagarse sus cursos en la universidad de Berlín. Le encantaba todo: leía de ciencia, historia y literatura. Sólo que la ocupación napoleónica de 1812 hizo que volviera a casa de su madre, en Weimar. Naturalmente, no sabía lo que le esperaba a su llegada. Al llegar con su madre, tuvo que presenciar, con gran sufrimiento, la relación que ella llevaba con Georg von Gerstenberg. Primero, quiso hablar con su madre y convencerla. Finalmente, la amaba y quería tenerla para él. Después, recurrió al chantaje, a las amenazas, y finalmente desarrolló un profundo odio por ella. Dicen que ese odio se extendió a las mujeres en general. Entonces, decidió abandonarla, irse de Weimar y aumentar su rencor hacia ella.
Cuando le preguntaban a Schopenhauer qué opinaba del matrimonio, se ponía a contar la vida de sus padres. “Cuando mi padre enfermó, no lo cuidó nadie más que un sirviente muy querido. Mientras que él iba languideciendo, mi madre seguía con sus fiestas, feliz de la vida. Mientras que él vivía en una larga soledad, mi madre se rodeaba de admiradores. Cuando él ya no podía caminar, ella bailaba los bailes más alegres. ¡Así es el amor de las mujeres!”.
Curiosamente, Schopenhauer guardó las cartas de su madre, en tanto que ella destruyó todas las de su hijo. Por esta causa, la relación entre ambos tiene graves huecos. También hay que decir que desde que Arthur salió de casa de su madre, en 1814, no volvió a verla nunca más, pero en 1819 una crisis bancaria hizo que Johanna perdiera una parte muy importante de su fortuna, y su hijo se ofreció a ayudarla, pero ella lo rechazó. En 1838, Johanna murió y dejó como heredera universal a su hija Adele. No debemos ser injustos con un filósofo que tuvo una relación tan desdichada con su madre. Hay que decir que, un año antes de que muriera, Schopenhauer recibió la visita del amor: conoció a Elizabeth Ney, una joven escultora que lo visitó con el fin de hacerle un busto. Ella se portó tan bien con él, que se quedó a vivir en su casa un mes y lo atendió de manera tan dedicada, que al final de sus días, Schopenhauer rectificó y dijo: “No he dicho mi última palabra sobre las mujeres. Ahora pienso que si logran destacar, pueden desarrollarse incluso más que los hombres”. Desafortunadamente, ya no le quedó vida para desarrollar esa filosofía. Aunque estoy segura de que hubiera sido un libro muy inteligente y muy comprensivo.
Cd. de México (11 diciembre 2016).- Quienes conocieron a Rafael Tovar y de Teresa durante sus últimos 25 años únicamente lo recuerdan enojado una vez. Fue el 25 de noviembre de 2014 en una conferencia de prensa en el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Corrió el rumor, falso, de que los familiares de Gabriel García Márquez le ofrecieron vender su biblioteca y él la había rechazado.
Tovar interrumpió la pregunta. La piel encendida, el cuello tenso, gotas de saliva contra el micrófono.
“En Conaculta trabajamos gente seria -gritó-, gente que valora la cultura, gente que ha vivido toda su vida profesional en estas tareas. Hablo de mi caso, yo nací entre bibliotecas, he vivido siempre entre bibliotecas, yo no soy un salvaje que no sepa reconocer el valor de la cultura”.
En 48 palabras, resumió su vida, frenada a las 4:40 horas de ayer, a los 62 años, víctima del cáncer. Hijo de Rafael Tovar y Villa Gordoa, fallecido cuando él tenía 14 años, y de Isabel de Teresa y Wiechers, la ascendencia de Tovar llega hasta la familia Habsburgo y concluye por ahora en su único hijo varón, Rafael, quien heredó el título de Conde de Gustarredondo, que tuvo con Carmen López-Portillo.
El niño que nació entre bibliotecas, paseaba de pequeño por la Colonia Juárez acompañado por su amigo, el erudito Ernesto de la Peña. A los 17 años inició como crítico musical, a los 20 organizó conciertos de música clásica, a los 22 se convirtió en el asesor de Juan José Bremer en el INBA, a los 25 asumió la dirección de asuntos culturales de la cancillería. Y después varios puestos, Ministro en la Embajada de Francia, asesor del Canciller en asuntos culturales, director del INBA de 1991 a 1992. Presidente del Conaculta a partir de 1992.
Hubo quien pensó que escalaba por ser el yerno de José López Portillo. Pero el Conaculta se había fundado en 1988, con Carlos Salinas de Gortari. Después de 1994 continuó en el cargo con Ernesto Zedillo, hasta el 2000.
Durante ese primer lapso, se fundó el Cenart, el Canal 22, el Sistema Nacional de Creadores, el Programa de Infraestructura Cultural, el Centro de la Imagen. Ninguna otra administración ha fundado tanto. Ni siquiera la de él mismo, a su regreso en 2012, con Enrique Peña Nieto.
Habiendo heredado millonarias obras que Consuelo Sáizar dejó inconclusas, no salió de la parálisis, no protestó. Tovar no se enojaba. Era un diplomático.
“Yo mismo hubiera querido ser un creador, pensando como creador yo nunca aceptaría una imposición sobre lo que debo de escribir”, decía en 1994, cinco años antes de su primera novela en la que se había tardado dos décadas, Paraíso es tu memoria, sobre dos familias aristocráticas mexicanas venidas a menos.
En 2012 reagrupó a su anterior equipo. El único cambio que ordenó fue colgar los cuadros de sus dos hijas, el de su esposa, el de su hermano Guillermo Tovar y Teresa, y ampliar de nuevo, en 60 centímetros, los libreros de la presidencia del Conaculta.
Volvía a subir corriendo las escaleras de la casona de Arenal. “No me cansé”, decía llegando arriba.
Sonó de nuevo Bach, Beethoven, Vivaldi. A entrar los lichis, los dulces mexicanos, los pastes hidalguenses y los tamales oaxaqueños. Aunque le gustaba ir de comisión a París porque podía comer en la mítica Brasserie Lipp del Boulevard Saint Germain.
“Yo no soy un salvaje”, decía. Era un caballero, un diplomático que estuvo en la Embajada de Italia, un hombre cultísimo que tenía en su casa ánforas griegas y 7 mil libros en su ipad y releía El Gatopardo.
Tenía confianza. En el Buen Fin, ya internado, su hermano Fernando le enviaba fotos de camisas y batas médicas y él le encargaba dos piezas.
“No se quejó, resistió el dolor, él solo, como un caballero inglés, porque así era”, resumió en el Panteón Francés uno de sus más cercanos colaboradores.
Cd. de México (11 diciembre 2016).- Guadalupe Loaeza siempre se sintió orgullosa de ser familiar de Rafael Tovar y de Teresa, a quien consideraba el primo más cariñoso.
Cercanos toda su vida, la escritora y columnista lo vio pasar por todas sus etapas.
“Desde que era muy niño, yo tendría 15, él 7, me lo encontraba en Bellas Artes con su pantalón corto. No se perdía ni un concierto. Le preguntaba si le gustaba mucho la música, y me decía que sí”, recuerda.
Loaeza, prima hermana de Tovar por su lado materno, lo describe como un niño con facciones finas, el nieto consentido de su abuelo en común.
“Era el nieto consentido de mi abuelo porque tenía su nombre, Rafael Tovar”.
Su curiosidad insaciable creció aún más con los años.
“Se volvió un joven muy curioso. Su hermano Guillermo le alimentaba mucho la curiosidad. Los dos se iban juntos a iglesias antiguas, viajaban a pueblos donde había ruinas. Tenía una curiosidad nunca satisfecha”, cuenta.
Su amplia cultura y conocimiento de las artes y la historia le vino de casa, rodeado de abuelos y tíos que coleccionaban arte y antigüedades, especialmente mexicanos.
Melómano de corazón, su compositor favorito fue Bach.
“Tenía como 20 mil discos, 20 mil series, 60 mil libros. Podía estar leyendo cuatro libros a la vez, viendo series y oyendo tres versiones diferentes de Bach”.
A pesar de su amor por la música, nunca aprendió a tocar un instrumento. Como ella, el funcionario cultural dominaba el francés y también el inglés.
Muy amigo de sus amigos, Loaeza está consciente de los extremos.
“Era muy amigo de Fernando del Paso, pero también de Roberto Hernández, el empresario”.
Entre los primos Tovar, numerosos, el Secretario de Cultura tenía un lugar especial, que se ganó sin mucho esfuerzo por su calidez y carisma.
Su partida los dejó desolados.
“Yo lo veía cómo se iba deteriorando, pero con una dignidad y una valentía; porque pelón como estaba, estaba trabajando. Nunca dejó de trabajar”, resalta.
“La última vez que lo vi, era igualito a cuando tenía 7 años”, recuerda Loaeza, quien le dedicó una columna, “Señor Secretario”, el 19 de enero pasado.
Personalidades del mundo de la política y la cultura despiden a Rafael Tovar en el panteón francés de la Ciudad de México.
El féretro de Rafael Tovar. FRANCISCO CAÑEDOMás de un centenar de personalidades del mundo de la cultura y la política mexicanas han acudido esta mañana al tanatorio a despedir a Rafael Tovar y de Teresa. El secretario de Cultura falleció la pasada madrugada en la Ciudad de México víctima de un proceso canceroso. Tenía 62 años.
El panteón francés de la capital acoge a estas horas el funeral del diplomático. La familia ha anunciado que incinerarán sus restos mañana a las seis de la tarde. Entre tanto, músicos, escritores y políticos acuden a presentar sus respetos a un hombre clave en la cultura mexicana.
El chelista Carlos Prieto ha llegado al panteón pasado el mediodía. Visiblemente emocionado, ha comentado que “sólo el tiempo va a permitir aquilatar la magnitud de la pérdida” de Tovar. Amigo por más de 40 años, Prieto ha explicado que además de escritor, Tovar era todo un melómano. “Sabía muchísimo de música. De hecho, fue la música lo que nos unió hace 40 años”.
“Era una persona muy fina”, ha dicho minutos antes el Secretario de Salud, José Narro. “Es una enorme pérdida en el mundo de la creación. Era un ser humano extraordinario”.
Según llegaban, unos y otros subían al salón Bearn del panteón. En un sala al fondo, junto a decenas de coronas y ramos de flores, descansaba el ataúd. Junto a la caja, una corona del presidente, Enrique Peña Nieto. En varios tuits publicados esta mañana, Peña Nieto se refería al secretario de Cultura con cariño: “Servidor público de excepción, fue un apasionado e incansable promotor de México y su cultura en el mundo. Te vamos a extrañar, Rafa. QEPD”.
Al lado de la corona del mandatario, figuraban la de Claudia Ruíz Massieu, secretaria de Relaciones Exteriores, la de la Secretaría de la Defensa Nacional y por último de la Secretaría de Cultura.
Antes de subir, Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, lamentó igualmente el fallecimiento de Tovar: “Fue una gran pérdida para la universidad”. El director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Mikel Arriola, destacó su “incansable labor de promoción de la cultura” y contó que el ex secretario era muy cercano al instituto.
Llegaron también el secretario de Educación, Aurelio Nuño, los escritores Jorge Volpi y Sergio González Rodríguez, la ex directora de la Comisión Nacional de Cultura, Sarai Bermúdez que dijo sentirse muy “agradecida” por haber gozado de la amistad del diplomático durante tantos años.
Casi a la una de la tarde, el hermano y los hijos de Rafael Tovar han bajado a la entrada de los salones del tanatorio, para informar de que el próximo lunes, el Centro Nacional de Las Artes de la capital acogerá un homenaje en su honor. El presidente Peña Nieto estará allí.
